miércoles, 19 de noviembre de 2008

Más cita imprevista

No acudió al estreno de su propia obra de teatro. Se escabulló como pudo porque nunca, jamás había hecho algo parecido. Siempre se había dejado llevar por unos protocolos de actuación en una "relación" o en un "polvo asi a secas": Comida, cena, copa, otra cena, un cine, un polvo. Más o menos siempre había sido asi. Hubiera o no hubiera habido una relación. Le gustaban las cosas programadas y hasta ahora pensaba que le había ido más o menos bien. Por eso le negó la cita. Porque como dijo Carrie Bradsow de Sexo en Nueva York: Al menos que pasen cinco citas. (aunque la pizpireta chica de ficción no cumplio ni media cita siquiera con su super Big) . Pero ella no lo hacía por eso. Simplemente quería conocer con quien se acostaba. Porque se conocía bien y aunque el tipo en cuestión no le matara del todo, a la mañana siguiente pensaba ¿y por qué no?, pero a los cinco minutos sabía que ni loooooooooca se iba a ennoviar con ese tio. Lo malo era si el tipo en cuestión en esos cinco minutos le decía que estaba loco por ella. Entonces la habíamos jodido.
Sin embargo, no podía dejar de pensar en él. No entraba dentro de su patrón RELACIÓN. Pero había algo en el algo morboso, no sabía explicar, que le molaba. Y mucho. Le gustaba pensar en él porque le entraba un calorcito por la espalda, recordaba su voz, sus gestos, su colonia. Nunca antes le había pasado. Los tios que le habían gustado de esa manera habían sido "novios", "rollos de tres polvos y me olvido" o "tios a los que yo no les gusto". Él no. Él era, "el tio en el que me gusta pensar pero no para una relación ni para un polvo, si no solo para pensar en él".. uf que lío me estoy haciendo, se dijo.
Y todo era porque en realidad no le conocia. O no quería conocerle lo suficiente como para que le gustara más y darse cuenta de que ella no era su tipo. Y aunque nunca había sufrido por amor (la vida esta llena de tios, ninguno merece que se piense en él más de cinco minutos después de una ruptura, era su lema), no quería comprobarlo. Y todo sin saber si le gustaba más en directo o en el recuerdo.
Salió del trabajo. Era viernes y las 6 de la tarde. Pronto anochecería pero aún era uno de esos días de otoño en los que no hace frío. El paso fue lento. Muy lento. Le gustaba recrearse. Mirar tiendas, respirar el poco aire puro que hay en Madrid. No le gustaba llegar pronto a su casa. Nunca le había gustado. Si por ella fuera se hubiera quedado hasta las 10 de la noche trabajando todos los días. O de cañas con los compañeros; y por eso, porque no tenía nada que hacer y no le gustaba ninguna de las ideas que le venían a la cabeza para matar el tiempo, ralentizó el paso. Ya habían pasado varias semanas desde esa primera cita imprevista. Y aunque le gustaba pensar en él, como ese rinconcito al que te vas cuando todo lo que tienes a tu alrededor te asquea, ya se estaba diluyendo en su mente. Y fue entonces cuando le vio. Era como si le hubieran pegado los pies al suelo. Como si estuviera echando raices; casi pudo sentirlo. Como dicen las canciones ñoñas, "el tiempo se detuvo". Estaba en la otra acera, hablando con alguien. Hay que ver con lo inmenso que es Madrid y te puedes encontrar a tu ex en un restaurante al que van cuatro gatos, o a un tio al que habrás visto 3 veces en tu vida en una de las !20.000?! calles que hay en la capital del Reino. Siempre había tenido la teoría de que si miras a alguien fijamente durante mucho tiempo, ese alguien se termina fijando en tí. Es como si estuvieras atrayendole, como si se hiciera telekinesia con los ojos. Y efectivamente él la terminó mirando.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

ncanta como escribes, de verdad. Pro favor no me dejes mucho sin mi ración de ti y de tu mundo... muuuaaaccckkkkkk

Yo misma dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.