martes, 25 de noviembre de 2008

"Pasión" por el furgol

Lo siento. Debo tener algo mal en alguna parte del cerebelo (me suena de cuando lo estudie en el cole) pero no me gusta el furgol. Lo odio, de hecho. No entiendo nada. Ni quiero entender, vaya. Aunque respeto a todo aquel que le guste, claro. Lo único que no sé es por qué se me mira como un bicho raro si ni me suena un tal Villa (ni idea de quién es, vi su portada en el último EPS y aún me pregunto quién es cada vez que veo la portada) y a la peña le parezca tan normal ni saber qué es el Teatro Real de Madrid (algunos tal vez piensen que es donde el Real Madrid celebra sus reuniones... ¿qué no?, alguno habrá). Y lo que menos soporto en este mundo es a los comentaristas deportivos. Porque (y que se de por aludido quien quiera) no puedo soportar a alguien cuya ÚNICA aspiración cuando empieza a estudiar la carrera de periodismo es SER PERIODISTA DEPORTIVO. Bueno, eso tendría un pase, pero no, señores, lo que realmente quieren ser es PERIODISTA FURGOLERO. Con ese lenguaje lleno de tópicos, con tres o cuatro frases hechas que encajan como les da la gana creyendose la reostia (perdón por el taco), cuando, sinceramente, no creo que a veces sepan ni de lo que hablan. Pero suena bien. ¿¿Hablará Pepe Domingo como un voceras cuando sale a la Gran Vía tras haber estado 6 horas pegando berridos??. Me lo imagino. UNNN TAXIIIIIII CORONITA, FRESQUITA GOOOOOOL DE VILLAAA (por continuar con el único furgolista que me suena). Pues eso. Que debo tener un gen de menos o raro o fosforito. O lo tienen los que ni saben que Janacek, primero es un compositor y segundo, se estrena una obra suya el martes en el Real (Teatro, no el equipo). Ah, y que es una ópera lo que se va a representar. Claro, como no se nos mete por los ojos y por los oidos nada más levantarnos (yo he cambiado de emisora porque en la SER me despierto con el comentario de Jose Ramón de la Morena... lo siento guapo, me produces una reacción nerviosa extraña y vomitiva) pues ni idea. Pues ya os lo digo yo. Yo probé a ver un partido y no pude, no pude, en serio. Y sí puedo ver tenis, asi es que no es adversión al deporte. Que prueben muchos a escuchar el Aria de Cavarosi de Tosca de Puccini o la Rapsodia sobre un tema de Paganini de Rachmaninov y que me digan si pueden o no aguantarlo. Pero al menos, que lo intenten.

Mi perra Lula


Bueno, hoy debe ser que estoy espesa y no me apetece ponerme a escribir del Dow Jones (a qué suena como una cadena de ropa super fashion o como el último novio de la modeli de turno, estas que se casan con millonarios?) y cómo oi a nosequien, que lo mejor es hablar de lo que nos rodea, equilicua, yo hoy voy a hablar de lo que me rodea a mi misma: Mi perra Lula. Entre nosotros, nunca te fies de alguien que no bebe cafe por las mañanas y que no le gustan los animales (yo suelo aplicar esta norma y me suele funcionar bastante bien, bueno, mi intución a veces parece la de un corcho pero yo me entiendo). Pues bien. A mi perra Lula va dedicado este blog. Mi perra Lula si pudiera hablar sería como la Cañi de Cámera Cafe (asi como mi hermano y yo sabíamos que nuestro anterior perro, un fox terrier era igualito en versión canina a Arturo Cañas Cañas... así acabó el pobre). Es esponjosa, gorda (como le decía ayer a mi madre cuando veía la mujer que nuestro mobiliario se cae a cachos: "mamá, la perra es lo más lustroso que tenemos en esta casa"). Y buena. Pero buena de morirse. A veces pienso que nos toma el pelo y que en realidad es una falsa y que esta urdiendo un plan para quedarse con la casa, pero es demasiado vaga. Pero lo que más me gusta es lo contenta que se pone cuando llego a casa. Dice mi madre que me huele desde que doblo la esquina, y a mi me da un subidón tremendo cuando, después de un día durillo de curro, veo a un animal de 80 kilos corriendo, sus carnes al viento y se me tira al cuello. Y luego, claro, se pone a bailar. A bailar, chaval. Se pone a bailar. Increible. Y yo, toda chocha, aunque esté cabreada con el mundo, me pongo contenta y me pongo a decirle esas cosas, que cuando oigo a las mamás de los niños recien nacidos me parecen mariconadas, pero yo se las digo "ay quien es lo más bonito de la casa, quién es mi visona (de lo suave que está)", y así todo.
En fin, no es el dow jones, pero a mi mi labradora me ha vuelto a despertar una sonrisa.
Paz

miércoles, 19 de noviembre de 2008

Más cita imprevista

No acudió al estreno de su propia obra de teatro. Se escabulló como pudo porque nunca, jamás había hecho algo parecido. Siempre se había dejado llevar por unos protocolos de actuación en una "relación" o en un "polvo asi a secas": Comida, cena, copa, otra cena, un cine, un polvo. Más o menos siempre había sido asi. Hubiera o no hubiera habido una relación. Le gustaban las cosas programadas y hasta ahora pensaba que le había ido más o menos bien. Por eso le negó la cita. Porque como dijo Carrie Bradsow de Sexo en Nueva York: Al menos que pasen cinco citas. (aunque la pizpireta chica de ficción no cumplio ni media cita siquiera con su super Big) . Pero ella no lo hacía por eso. Simplemente quería conocer con quien se acostaba. Porque se conocía bien y aunque el tipo en cuestión no le matara del todo, a la mañana siguiente pensaba ¿y por qué no?, pero a los cinco minutos sabía que ni loooooooooca se iba a ennoviar con ese tio. Lo malo era si el tipo en cuestión en esos cinco minutos le decía que estaba loco por ella. Entonces la habíamos jodido.
Sin embargo, no podía dejar de pensar en él. No entraba dentro de su patrón RELACIÓN. Pero había algo en el algo morboso, no sabía explicar, que le molaba. Y mucho. Le gustaba pensar en él porque le entraba un calorcito por la espalda, recordaba su voz, sus gestos, su colonia. Nunca antes le había pasado. Los tios que le habían gustado de esa manera habían sido "novios", "rollos de tres polvos y me olvido" o "tios a los que yo no les gusto". Él no. Él era, "el tio en el que me gusta pensar pero no para una relación ni para un polvo, si no solo para pensar en él".. uf que lío me estoy haciendo, se dijo.
Y todo era porque en realidad no le conocia. O no quería conocerle lo suficiente como para que le gustara más y darse cuenta de que ella no era su tipo. Y aunque nunca había sufrido por amor (la vida esta llena de tios, ninguno merece que se piense en él más de cinco minutos después de una ruptura, era su lema), no quería comprobarlo. Y todo sin saber si le gustaba más en directo o en el recuerdo.
Salió del trabajo. Era viernes y las 6 de la tarde. Pronto anochecería pero aún era uno de esos días de otoño en los que no hace frío. El paso fue lento. Muy lento. Le gustaba recrearse. Mirar tiendas, respirar el poco aire puro que hay en Madrid. No le gustaba llegar pronto a su casa. Nunca le había gustado. Si por ella fuera se hubiera quedado hasta las 10 de la noche trabajando todos los días. O de cañas con los compañeros; y por eso, porque no tenía nada que hacer y no le gustaba ninguna de las ideas que le venían a la cabeza para matar el tiempo, ralentizó el paso. Ya habían pasado varias semanas desde esa primera cita imprevista. Y aunque le gustaba pensar en él, como ese rinconcito al que te vas cuando todo lo que tienes a tu alrededor te asquea, ya se estaba diluyendo en su mente. Y fue entonces cuando le vio. Era como si le hubieran pegado los pies al suelo. Como si estuviera echando raices; casi pudo sentirlo. Como dicen las canciones ñoñas, "el tiempo se detuvo". Estaba en la otra acera, hablando con alguien. Hay que ver con lo inmenso que es Madrid y te puedes encontrar a tu ex en un restaurante al que van cuatro gatos, o a un tio al que habrás visto 3 veces en tu vida en una de las !20.000?! calles que hay en la capital del Reino. Siempre había tenido la teoría de que si miras a alguien fijamente durante mucho tiempo, ese alguien se termina fijando en tí. Es como si estuvieras atrayendole, como si se hiciera telekinesia con los ojos. Y efectivamente él la terminó mirando.

martes, 11 de noviembre de 2008

Madrid, Madrid, Madrid

Me encanta Madrid. Lo reconozco. Que no naciera en Madrid para mi siempre ha sido una espinita pero lo compenso conociendo como un taxista las callejuelas de esta capital. Aunque a veces no deje de ser como diría un amigo mio, "un pueblo de Toledo", totalmente cierto.
Madrid es rara. No es majestuosa como Barcelona, no es tan perfecta. Es como la amiga resultona que siempre termina siendo la más interesante del grupo. Pero hay que conocerla. Y por eso me gusta, porque una vez que la conoces, te da mucho mas de lo que le has dado tu antes.
Me gusta salir de mi curro en Plaza de España y andar por la Gran Vía. (con el bolso agarrado como si se me fuera la vida en ello). Me gusta caminar por el paseo del Prado. Me gusta ver a los viejos hablando solos. A los yuppies (cada vez menos) esperando taxi, a las mamás quejándose por el poco sitio que hay en las aceras... Me gusta descubrir una calle que no he visitado jamás (ultimamente Zurbano, Almagro), ver esa disparidad de edificios... Madrid no es bonita. Es gris. Es bulliciosa. Está demasiado petada de todo (de gente, de tráfico, de espectaculos) pero a ella parece que le da igual. Porque acoge a todo el mundo. No sé por qué la gente se queja de Madrid (yo también, sobre todo cuando tardo 20 minutos en bus en hacer un trayecto que a pie serian 10, sin exagerar) pero para que te guste Madrid hay que ser un poquito como ella. Extrovertida, espontánea, que no te importe salir a la calle sin pintar o haber repetido modelito dos días seguidos.
Así es mi ciudad.

Juntos somos mejores

A veces en obras de teatro insulsas se rescatan frases como esta... una gran verdad...

jueves, 6 de noviembre de 2008