miércoles, 21 de julio de 2010

Sly Joe

No sé si le pasará a alguien que lea esto pero a mi me pasa mucho. Muchas veces soy incapaz de sentir la tristeza enorme que debería sentir por las desgracias ajenas. No me sale llorar por una desgracia multitudinaria o por las penurias que pasa la mayor parte de la población para acceder a los servicios más básicos. Siento pena, sí, que no soy una insensible pero no siento la pena que creo que debería sentir. En la facultad, me enseñaron no sé en qué asignatura, que a mayor cercanía mayor sensibilidad. De perogrullo vamos, pero es cierto. Lo que ocurra en wisconsin con un niñato pirado que se ha cargado a veinte compañeros te la trae más o menos al pairo que si a tu vecina la han secuestrado y luego matado (soy cruda pero es asi). La clave está en la empatía. Si tu te pones en la piel de la madre de esos chicos de wisconsin que se fueron al cole tan contentos, y te imaginas a tu propia madre dandote un beso y preguntandote si esta tarde quieres que te recoja para ir a judo (hagan la prueba), te pones de momento más triste que la puñeta. Porque? Porque has encontrado un punto en común, te has puesto en su lugar.
No me considero una persona triste y tampoco creo que la clave está en tener pena por todo el mundo que lo pase mal, porque según oi a un psicólogo si fuera así no podríamos vivir directamente. Simplemente hay que encontrar el equilibrio y saber que una persona sola no puede cambiar el mundo.
Pero no estoy muy de acuerdo porque hay un dicho judio que dice que una persona que salva a alguien salva a toda la humanidad y creo que hay algo de cierto en ello.
Voy con mi anécdota (anda que no he dado rodeos hasta que he llegado).
Soy una persona sumamente rutinaria (como Kant, cuyas vecinas sabian qué hora cuando veían al filosofo aparecer por su ventana). Todos los días hago lo mismo desde hace más de dos años. Todos los días llego a Moncloa, me cojo el 133 me bajo en la parada del caja madrid, me voy al vips, me compro el país, me voy a rodilla, me tomo mi descafeinado con leche desnatada, me leo el país y me voy andando a trabajar (menos mal que mi trabajo ha cambiado de ubicación minimamente, si no, creo que hubiera puesto un anuncio tipo, periodista busca trabajo. SOLO PLAZA DE ESPAÑA).
En fin, que mi rutina se vio alterada hara cosa de un año cuando vi a un chico negro que vendía la farola en mi radio de acción. Hasta ahi, todo normal. No sé si le pasa lo mismo a la gente que lea esto, pero creo que nos hemos acostumbrado a que la gente que pide en las calles sea invisible. No se si es un mecanismo de defensa, que lo más seguro, o simplemente avaricia o sentirnos protegidos porque estamos dentro del sistema y pensamos que a nosotros nunca nos pasará, pero para nosotros son literalmente invisibles. Pues bien, vi algo un día de estos que iba distraida, en la mirada de este chico que no había visto hacía tiempo. Inocencia. Estaba apoyado en la pared con una farola que es la excusa para estar ahi de pie, mirando perdido lo que pasaba a su alrededor que de repente pensé. ¿Aguntaría yo horas y horas DE PIE sin hacer nada, mirando a la gente que pasa a mi lado y para los que soy invisible?. Creo que no. Y como no podía hacer otra cosa le di cincuenta céntimos. Ahi quedó el tema. Al día siguiente intenté pasar de largo (la gente somos asi de insensibles) pero me miró y no pude menos que esbozar una de mis sonrisas que me salen del alma (me salió del alma y no sabía por qué) y como no tenía suelto a mano, le dije además, "lo siento no tengo nada" y me dijo "vale". Pero me lo dijo con una ternura, que de repente me indundó toda la pena acumulada por asesinatos en wisconsin, niños que se mueren de hambre en el mundo, y todas las desgracias por las que no había sentido ningún tipo de pena en mis 32 años de vida. Y me fui princesa abajo con un nudo en la garganta que al día siguiente, le di cincuenta centimos y así todos los días hasta hoy. Son ocho euros al mes. Ocho euros que me gasto en una tosta y una cerveza, en tres veces que compre la diez minutos o en dos granizados del starbucks. Osease, una ofensa. No me desequilibran el presupuesto, vamos.
Yo le seguía dando los cincuenta céntimos, cuando un día pensé, "le voy a hablar, le voy a preguntar algo de su vida" y ahi fui yo aguerrida pero no hizo falta porque después de darle los cincuenta céntimos me dijo "gracias amiga", en un español con un acento inglés de lo más extraño. Y al segundo "do you speak english" y yo, "a little" y él, "you are very helpful" (todo esto en un inglés perfectisisisismo). Y yo pensando, "qué historia hay detrás de ti, de donde vienes, que haces pidiendo, vente que vamos al sturbucks y presentas una solicitud de empleo" pero no pude. Guarripeiosamente le dije que muchas gracias y seguí mi camino.
Al cabo de unos días me pidió mi email porque yo le dije que me iba de vacaciones y no iba a poder estar para darle los cincuenta céntimos (no me espero que coma con ese dinero ni mucho menos, pero bueno, creo que de algo le valdrá aunque sea una mierda, pero tampoco mi economia es muy boyante) y sí, me sorprendió que tuviera acceso a internet. Así es que me di de leches diciendome a mi misma "tu que te crees que porque alguien pida en la calle no puede tener acceso a internet". Y pensé en decirle "tio, pon un anuncio de que das clases de inglés, si quieres te dejo algo de mi hermano y vas algo más decente y das clases". Pero no le dije nada. Hoy me ha mandado una invitación a hablar por yahoo. Yo no tengo yahoo pero he buscado su email en facebook y está. Está y es una persona muy muy muy digna que se merece vivir en este país y ganar dinero. No sé por qué pide, me imagino que el trabajo está chungo para todo el mundo. Pero ahora que tengo su email se lo preguntaré. Y si se deja, intentaré ayudarle. Como dijo Heminway, "no le des el pescado, enseñale a pescarlo"
Solo espero que después de mis vacaciones siga ahi en esa esquina. Y si no está, espero alegrarme por él.

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