viernes, 9 de octubre de 2009

Sweet sensations

Me gusta mucho leer y la verdad es que de toda la vida de Dios (no sé cuál) he conseguido abstraerme a la voz de "ya" cual experto hipnotizador. Por eso tengo miles de historias en mi cabeza. Historias que me imagino recurrentemente dependiendo de lo aburrida que esté y lo tediosa que sea la realidad que me envuelve. Algunas me gustaría escribirlas. Pero me vence la pereza o que no soy lo suficientemente vanidosa o que no tengo a nadie que me espolee. Como tampoco se si tengo lectores de este blog, que creo que no porque comentarios no hay muchos (bueno tengo un par de admiradores pero uno de ellos se olvidó definitivamente de mi y eso hace que decaiga en mi ánimo de escribir)
He oido cansinamente a decenas de escritores decir que obviamente muchas de sus historias tienen tintes autobiográficos. Cómo no va a ser asi. Yo me vería incapaz de escribir como si fuera un entrenador de fútbol de un equipo de primera por mucho que me documentara para ello. Y creo que inconscientemente necesitamos, los que nos gusta imaginar, ser actores principales de nuestras historias, y al contarlas, lo hacemos como a nosotros nos gustaría que transcurrieran.
Esto lo digo porque quiero seguir con la historia que planteé en uno de mis primeros post y que si he dejado coleando ha sido porque, yo, a diferencia de Pérez Reverte que se planifica el libro de principio a fin antes de ponerse a escribir, necesito alimentar mi historia. Y solo la alimento de sensaciones que tengo y que me vienen de repente. Un olor, un recuerdo, el nombre de un local (dejate besar... estuve días pensando de qué me suena y hoy, justo hoy me he tenido que acordar), una caricia, una mirada, una sonrisa, una palabra justa (me vienen a la mente, "dejate besar" por ejemplo, o "creo que la siesta contigo va a ser algo imposible") la letra de una canción que parece hecha exprofeso para expresar lo que siento en ese momento... y que de repente actuan como deliciosos espasmos que me asaltan en los sitios más insospechados, la cola de un supermercado, yendo en uno de los miles de autobuses que me pillo a la semana, o cuando uno de los trajeados roceños se me sube al lado en el bus y huelo su perfume(no el del trajeado si no el de "él"). Y esa chorrada me pone de buen humor a las 7 de la mañana. Tócate las narices.
Pues eso, que no soy Perez Reverte en lo que a planificación se refiere pero voy a poner un poco de orden en mis pensamientos pseudoliterarios y voy a ver como sigo con esta historia sin que parezca que la protagonista es medio lela (como yo).
Ay que ver qué pajas mentales que me hago

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