domingo, 13 de mayo de 2012

No hay consuelo

He dudado mucho acerca de escribir sobre esto. Porque en este blog hablo de mi y mis circunstancias y me da pudor escribir sobre alguien que no sea yo (nooo, no soy una egocéntica, no lo hago por eso) porque tal vez no quede bien reflejado lo que yo pueda escribir. O no sea completo. Por eso, porque este blog trata de mis sentimientos y lo mantengo a modo de catarsis, le he dado la vuelta y voy a escribir de mi percepción sobre ese día y sobre mi gran amiga y sobre lo que significó para mí. Como dijo Louis Malle al final de Adios muchachos (han pasado más de 40 años pero hasta el día de mi muerte no olvidaré ni un segundo de esa fría mañana de 1942) yo no podré olvidar un segundo de esa tarde. No podré olvidar palabras, frases, sensaciones. Cuando vemos las noticias sobre crímenes de genero, desgracias humanitarias, asesinatos.. estamos generalmente anclados en nuestra seguridad de que "eso les pasa a los demás". Pasa algo muy curioso, cuando vemos las noticias el día del sorteo de Navidad, la felicidad de la gente, pensamos "joder, por qué no me tocará a mi la lotería, podría tocarme" y pensamos que es fácil que nos toque si le ha tocado a un carnicero de albacete o a una señora de murcia. Pensamos realmente durante un instante, que seguro que al año que viene nos toca. Pero cuando vemos que alguien ha matado a su mujer, que han asesinado a un hombre por un ajuste de cuentas, o han encontrado muerta a una adolescente que desapareció de su casa días atrás pensamos, "bah, eso jamás me tocará". Pues toca. Y si cuando lo vemos en el telediario nos es totalmente ajeno, deberían darnos un par de ostias bien dadas, porque toca. Este post podría tener multiples vertientes. Soy caótica en mi escritura y quiero escribir de muchas cosas al mismo tiempo, y si yo me leyera a mi misma me daba de bofetones porque no me entendería nada. Pero me voy a centrar por cortesía a quien lo vaya a leer que tampoco estoy segura de que sea alguien más que yo. Lo haré entonces por mi misma. Y por mi amiga. Mi madre, mi madre... no podré olvidar nunca esas dos palabras. Palabras dichas ya sin apenas lágrimas, como un lamento, como un mantra, dichas por mi buena amiga. Mi madre. No puedo querida amiga, como tu bien dijiste imaginarme lo que es eso, no puedo, pero si esas dos palabras no podrán dejarme jamás y me servirán para darme cuenta de que somos una gota en el oceano, que no controlamos nuestra vida por mucho que lo creamos, sí, es cierto que jamás podré imaginarme por lo que estas pasando y el largo, infinito camino que te queda. Todo lo que voy a decir está ya dicho, es obvio, reiterativo, incluso cansino (siento la palabra que parece quedar fuera de tono pero para mi es adecuada). Piensas que tus padres se van a morir de viejos, que vas a tener tiempo de asimilarlo, que cuando mueran, quedarás en paz contigo mismo porque dirás, como se dice mucho "ya puede descansar". Piensas que la muerte es su liberación después de una larga o corta enfermedad, que así no va a sufrir más, y dentro de lo malo que es que un padre o madre mueran, te consuelas así y la pérdida es mucho más llevadera. Pero como te pasó a ti, querida amiga, no hay consuelo. No lo hay. No puede, no deber haber consuelo. No puede ser que algo tan terrible deje algun día de estar en nuestros corazones, en nuestro día a día. Puede haber alivio pero no hay consuelo. Se prefiere mil millones de veces ver consumirse a una madre, que veas que no es ni el reflejo de lo que fue, y olvidar, mientras este viva, cómo era, y llegar a odiarla un poquito porque ya no es como era antes. Porque ya no es esa madre alegre, simpatica, dicharachera, habladora, y en el momento en el que muera, haberla olvidado ya un poquito. Es duro pero es mil veces más llevadero. Así no, querida amiga. Así no. Así, como una madre adorable, cariñosa, optimista, alegre, verla por última vez pensando que a la media hora la tendrás otra vez a tu lado y te irás con ella a comprar, o te tomarás un café, o hablarás de vuestras cosas, no. He pensado mucho en mi madre estos días, en que no es como era antes y el temor que tengo de que no vuelva a ser como era. Pero aún así la prefieroo viva, con momentos de lucidez, que perdida como tú perdiste a la tuya. No hubo palabras esa tarde. Y a pesar de todo lo que me enrrollo como solo se hacerlo, no las hay ahora. Te quiero mucho querida amiga. Y me doy cuenta de que eres así porque tu madre te enseñó a serlo. Buena persona, amable, educada, siempre con una buena palabra. Una persona buena. Somos el reflejo de nuestros padres. En mi caso, poco, porque como dice mi padre "en tu caso se desvió la cigüeña". Y lo poco que conocí a tu madre me permitió saber por qué eras así. No había duda. Ayer estuve también con otra buena amiga, una amiga nuestra y ví también cómo era su madre, y pude comprobar de nuevo que gracias a nuestras madres somos un poco mejores en esta vida. Y que si yo tengo algo de bondad en algun rincón de mi alma, o no tengo una tabla por corazón es por mi madre. Por eso, no hay consuelo.

1 comentario:

Yabcy dijo...

Guada me has hecho llorar un montón.